Curiosidades Mexicanas.
Leyendas Famosas.
En la cultura mexicana existen cientos de historias de terror de las cuales destacan las siguientes.
Del estado de Guanajuato.
El callejón del beso.
Es conocido por todos, porque apenas mide 68 centímetros de ancho, por lo que los balcones de las casas están casi pegados. La leyenda de este lugar nace del amor prohibido de una pareja de enamorados, Carlos y Ana, quienes se citaban clandestinamente en uno de sus balcones, para demostrarse su amor.
Un día, el padre de ella los descubrió y se opuso por completo a ese amor, al grado de matar, ahí mismo, al enamorado.
Otra versión de la historia indica que la asesinada fue Doña Ana, quien murió después de que su padre le enterrara una daga por la espalda.
Don Carlos, al ver la muerte inminente de su amada, besó su mano aún tibia, de ahí el nombre de este lugar.
Hoy en día, se dice que las parejas que se den un beso en el tercer escalón, tienen garantizados 7 años de felicidad. Ritual obligado para las parejas que visitan Guanajuato.
Del estado de Michoacán.
La mano de la reja.
Se cuenta que, en la ciudad de Morelia, en la calzada de San Diego, existe una casa donde llegó a vivir Don Juan Núñez de Castro con su esposa Doña Margarita Estrada y su única hija, Leonor, pero sólo de Don Juan, pues Margarita era su segunda esposa. Mujer que constantemente humillaba a Leonor, quien tenía una belleza inigualable.
Un día, a Morelia, entonces Valladolid, llegó un noble de la corte del Virrey, quien en un paseo conoció a Leonor y se enamoró, pidiéndole permiso para cortejarla. Ella aceptó y se vieron en una ventanilla del sótano de la casa, donde Leonor dormía porque su madrastra no quería que mostrara su belleza en ningún lugar.
Así pasaron los días de romance, hasta que Doña Margarita los encontró y cerró toda ventana, dejándolos sin comunicación. Pero él no sabía qué había pasado porque tuvo que salir corriendo a asuntos del reino. Nadie sabía que Leonor estaba prisionera. Los días pasaron y ella seguía encerrada.
Buscando comida para mantenerse para su amado, sacaba una mano por la ventanilla para implorar limosna. La gente ya rumoraba de la mano que salía por la reja, pero Doña Margarita se había encargado de disipar los rumores.
El enamorado, después de un largo viaje, regresó buscando a Leonor. Cuando llegó a su casa, se encontró con el padre, quien la mandó a buscar. Fue allí cuando la encontraron muerta. Su gran amor, le dio sepultura vestida de novia y tanto Doña Margarita, como su padre y los criados, fueron enviados a prisión.Se dice que ahora, en la reja del sótano se ve una mano pálida y descarnada que implora por caridad diciendo: "Un pedazo de pan por el amor de Dios".
Ciudad de México. El fantasma de la monja.
María de Ávila, quien vivió en el siglo XVI, se enamoró de un mestizo de apellido Arrutia, quien quería casarse con ella por su dinero y status social.
Los hermanos de María, Daniel y Alfonso se enteraron de lo que estaba pasando y se opusieron rotundamente a que ese matrimonio se llevara a cabo, así que le prohibieron a Arrutia ver a María. Al principio él se negó, pero los hermanos le ofrecieron mucho dinero que él aceptó para marcharse.
Se fue. Sin ninguna explicación a María, quien cayó en una profunda depresión. Dos años estuvo así, hasta que sus hermanos decidieron enclaustrarse en el Antiguo Convento de la Concepción, donde se la pasaba rezando y pidiendo por él.
Un día, no pudo más con el dolor y se ahorcó en un árbol de duraznos en el patio del convento. La enterraron allí mismo y un mes después de su muerte, su fantasma empezó a aparecer por las noches, reflejándose en las aguas del convento cuando alguna de las novicias o monjas se veía el rostro. Desde entonces se prohibió la salida de cualquiera de ellas al jardín cuando anocheciera.
La leyenda cuenta que como no podía soportar estar sin su amado, ya muerta salió a buscarlo y lo mató para estar con él aunque sea en el más allá.
Visita el convento en la calle Belisario Domínguez número 5 en el Centro Histórico. Llega con el metro Bellas Artes y Garibaldi. Búscalo entre las calles Lázaro Cárdenas, Calle 57 y Allende
La llorona.
Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa. Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin vida.
Minutos después reaccionó y, al darse cuenta de lo que había hecho, corrió desesperada por el río y emitió el escalofriante grito por el que la identificamos.
Desde esa noche no se volvió a saber más de ella y se convirtió en mito. Quienes juran haberla escuchado dicen que deambula en las calles y los parques de la Ciudad de México, además de los canales de Xochimilco.
La leyenda de doña Beatriz
Vivía en la ciudad de Méjico una hermosa joven, Doña Beatriz, de tan extraordinaria belleza, que era imposible verla sin quedar rendido a sus encantos.Se contaban entre sus muchos admiradores la mayor parte de la nobleza mejicana, y los más ricos potentados de Nueva España; pero el corazón de la bella latía frío e indiferente ante los requerimientos y asiduidades amorosas de sus tenaces amantes. Y así pasaba el tiempo; pero, como todo tiene un término en la vida, llegó el momento en que el helado corazón de Doña Beatriz se incendió en amores.Ello fue en un fastuoso baile que daba la embajada de Italia.Allí conoció Doña Beatriz a un joven italiano, Don Martín Scípoli, de esclarecida y noble estirpe. La indiferencia de Doña Beatriz fundirse entonces como la nieve bajo de la caricia de los rayos solares, y se sintió la hermosa poseída de un nuevo sentimiento, en tanto que el joven por su parte, se había también enamorado profundamente.
Poco tiempo después, Don Martín se mostró excesivamente celoso de todos los demás adoradores de la hermosa Doña Beatriz, promoviendo continuas reyertas y desafiando con aquellos que él suponía pretendían arrebatarle sus amores. Y tan frecuentes eran estas querellas, que Doña Beatriz estaba afligida, y en su corazón comenzó a arraigar el temor de que Don Martín sólo se Había enamorado de su hermosura, de modo que, cuando ésta se marchitara, moriría el amor que ahora le profesaba.
Esta preocupación embargó su mente y amargó su vida en forma tal, que decidió tomar una resolución terrible, poniendo a prueba el amor de su galán. Y al efecto, en el deseo de saber si Don Martín la quería sólo por su belleza, un día en que su padre se hallaba de viaje, con un pretexto despidió a todos sus criados para quedar sola en su casa.
Encendió el brasero que tenía en su habitación, colocando en frente la imagen de Santa Lucía, y ante la cual rezó fervorosamente para pedirle le concediera fuerza y valor con que poner por obra su propósito. Después, atándose ante los ojos un pañuelo mojado, se inclinó sobre el brasero, y soplando avivó el fuego hasta que las llamas rozaron sus mejillas. Luego metió su hermosa cara entre las ascuas.
Terminada esta terrible operación, cubrió su rostro con un tenue velo blanco y mandó llamar a Don Martín. Una vez en su presencia, apartó lentamente el velo que le cubría el rostro, mostrándoselo al galán desfigurado por el fuego; solamente brillaban en todo su esplendor sus hermosos ojos relucientes como las estrellas. Por un momento su amante quedó horrorizado contemplándola. Luego la estrechó en sus brazos amorosamente. La prueba había dado un resultado feliz, y durante todos los años de su dichoso matrimonio, Doña Beatriz no volvió a sentir el temor de que Don Martin sólo la amara por su hermosura.